Casa Oro ¡vale un Perú!

Existe una antiquísima frase del vocabulario español que indica “Eso vale un Perú”. En la época del Imperio, toda la extracción de minerales de esa zona dependía del Virreinato del Perú y esta expresión fue símbolo, en Europa, de la riqueza llegada de América y cómo los metales preciosos de la región sirvieron para enriquecer a España.

La frase, que se hiper popularizó, se sigue usando hasta nuestros días para realzar la excelencia de algo, entre otras cosas. Y es eso, justamente, lo que quiero hacer al presentarles esta reseña, porque es lo que sentí cuando tuve la suerte de visitar Casa Oro, resto a puertas cerradas.

Casualidades o no, este matrimonio nativo del país inca, Charo y Luis Lazo, emigraron del Perú en los ochenta para mudarse a los Estados Unidos. Luego de hacer su vida por esos lares, volvieron a armar valijas y recalaron en Buenos Aires, lugar que habían conocido en su luna de miel.

Decididos a vivir en “la Reina del Plata”, adquirieron una casona construida entre el final de los años 1920 y el comienzo de los años 1930. Según cuenta Charo, el cerebro culinario de este emprendimiento, el costoso mantenimiento de la casona los obligó a pensar en cómo costear el presupuesto y el resultado fue este gran espacio que le rinde culto a la cocina peruana.

Como todo restaurante a puertas cerradas, el ingreso es con reserva telefónica previa. Luego de un par de intercambios de correo con Luis, licenciado en administración de empresas, una amabilidad a toda prueba y que -además- oficia de maitre del resto, estás listo para vivir la experiencia.

Entre otras cosas, el señor Lazo te consulta acerca de qué vas a querer comer esa noche, ya que todas las preparaciones se hacen en el momento, como en una verdadera casa. Una casa de amigos, como lo es este matrimonio.

Al llegar, te encontrás con una escalera que da a un primer piso, donde la decoración es ecléctica. Mobiliario, cuadros y adornos responden cabalmente al Perú y lo mejor de sus tradiciones. Y por supuesto, la ansiedad por empezar a degustar los platos elegidos crece a cada segundo.

La elección para esa noche fue en tres pasos, es decir, una entrada, un principal y un postre.

Comenzamos con dos clásicos imbatibles como son “la Causa”, un plato típico del Perú, papa amarilla pisada de textura suave, limón y ají, cubierta de escabeche de pescado estilo peruano y servida a temperatura ambiente. A eso le sumamos “El Ceviche Clásico”, característicos dados de pescado marinados en cítricos, cebolla roja, cilantro y zumo de vegetales. Por supuesto, remata el plato el cancha (maíz seco, originario de Perú) y, a esta altura, bien podríamos escuchar los cascabeles de los querubines y sentirnos en el paraíso… pero esto recién comenzaba.

Lo que siguió fueron dos opciones de pescado, debo decir que una mejor que la otra. Se trató, por un lado, de “La Pesca del día” a la plancha, acompañada de manteca negra, vino blanco con toques de crema limón, sobre un colchón de papas doradas.  El otro principal elegido se llama “Pescado a las tres mareas”, que es un medallón de pescado bañado con una salsa fondo de mariscos al estilo norteño. Fue mi primera vez con este plato y juro que no será la última.

Según me contaba Luis, “Casa Oro” manipula los pescados de acuerdo con el código de sanidad alimentaria. Es así que llevan a cabo el congelamiento reglamentado a -20° C por un mínimo de 24 h, a fin de evitar la posible presencia de bacterias en el pescado crudo. Esta rigurosidad es la que permite percibir la sensación de estar degustando un producto recién pescado.

Para el capítulo de los postres, la elección recayó en un mousse de banana con crocante dulce y frutos rojos, y otro clásico como es “El Suspiro Limeño”, combinación de leche evaporada y condensada con merengue.

Finalizamos en la terraza (un mini homenaje a Santorini), copa de vino en mano, en una coqueta mesita.

Luego nos despedimos, prometiendo recomendar a todos esta hermosa residencia de dos pisos por escalera, la que hoy celebra a la mejor cocina del Perú, en un rincón de Palermo, y a la que Charo y Luis -con su calidez, profesionalismo y respeto por sus clientes- tornan en un lugar único.

Para reservas, pueden enviar un correo a ongreachout@hotmail.com

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Me llamo Walter Petina, soy argentino, porteño y tengo 48 años. Tengo una hija de 12 años que sin dudas es el máximo logro de mi vida. Se llama Miranda (como el personaje de la “Tempestad”, de William Shakespeare) y, más allá de que sea mi hija, es un ser humano increíble. De chico y gracias a mi viejo, conocí el valor del trabajo y cómo llevar adelante un negocio. Desde hace casi veinte años, soy empresario en el sector del software y el hardware, y dediqué prácticamente toda mi vida laboral a la comercialización de productos. Trato, todo el tiempo, de mantenerme incentivado con nuevos proyectos, porque pensar y hacer nuevas cosas me trae la energía que necesito para levantarme todos los días muy temprano y con muchas pilas. Este blog es un nuevo desafío que encaro con la misma voluntad y dedicación que todo los otros. ¡Gracias!

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