Una vez, charlando en una cena acerca de comidas (sí, aunque te parezca mentira me gusta hablar de comidas mientras como) y de cuál es el mejor lugar para comer tal o cual cosa, comenzó algo bien argentino que es: “Pará, pará, el/la mejor…lo/la hacen en…”.
Es así como se habló de dónde comer el mejor asado (¡ahí la discusión se puso realmente picante!), dónde la mejor pasta y ni qué decir de la pizza.
En un momento del debate, alguien dijo: “yo conozco el mejor lugar donde se hace torta de ricota”. Gran silencio entre los asistentes a la cena y luego alguien que rompe el hielo y pregunta: “¿Dónde?”. La respuesta no se hizo esperar: “Gino, el capo de la torta de ricota”.
En cuanto lo dijo, revisé en mi archivo mental, mis conocimientos degustando tortas de ricota. Se remontaban a mi niñez y las que preparaba mi abuela. Una base de masa, la ricota con pasas de uva por encima, espolvoreada con azúcar impalpable y bien finita.
-¡No, nada que ver!, -arremetió el recomendador-. Esta tiene ¡un kilo de ricota!
Debo confesar que cuando lo dijo, el escepticismo y la curiosidad me aparecieron casi en iguales proporciones, cual receta de cocina; pero la curiosidad tenía alguna pizca más que el escepticismo.
Ante la pregunta acerca de la dirección, la respuesta no fue menos enigmática: Juan B. Justo al cinco mil y pico… de Palermo para Floresta, a mano derecha.
A la semana siguiente, me lancé a la búsqueda. Llegué a la altura del siete mil y seguía sin aparecer, lo cual debo decirles que me abatió un poco. Pero cuando se trata de comida, no nos podemos dar por vencidos. Di la vuelta por la mano contraria y ahí apareció: un antiguo cartel de color celeste y rojo, con sus letras blancas lo decía todo.

Claro, no lo había podido divisar porque el local era más pequeño de lo que yo pensaba. Pero ahí estaba una imponente heladera que se observa desde fuera, con una gran variedad de tortas, entre ellas, las de ricota.
Haciendo un poco de historia, el local data de la década del 40, cuando a un italiano de apellido Maradei se le ocurrió abrir una pizzería y heladería.
Una de sus especialidades era y sigue siendo la fugazzeta rellena, pero la distinción a esta pizzería le llegó cuando a Mingo, uno de los hijos de Maradei, se le ocurrió incorporar a la torta de ricota como uno de los postres.
La condición que se puso el propio Mingo era que, además de ser esponjosa, tenía que contar con mucho relleno. Y así lo hizo. En poco tiempo y gracias al boca a boca, la pizzería no daba a basto para atender los pedidos de esta torta. Tanto así que los fines de semana se armaban largas colas en la puerta del negocio.
En el año 2001, la familia Maradei vendió el fondo de comercio a los Nizzoli, con la única condición de que conservaran intacta la receta de la torta de ricota.
En 2018, la familia decidió también vender el negocio y fue allí donde sus actuales dueños -Bernabé (uno de los hijos Nizzoli) y sus amigos Facundo, Joaquín y Luciano- consumidores natos de la torta aceptaron el desafío de seguir cocinándola para que la leyenda continúe.
Además de la tradicional, que viene en tamaño grande y chico, hay una versión que agrega a la ricota dulce de leche y otra con frutillas, pero con ricota en lugar de pastelera. Sin palabras…
Otra curiosidad es que se sigue usando el mismo horno y la misma batidora de la década del 40, lo que otorga a la preparación ese toque “mágico” haciendo de la ricota una “nube esponjosa”.
En invierno o los días de lluvia, el local explota y aumenta la producción para dejar satisfechos a todos sus clientes.
Lo único que se cuenta de la receta es que la ricota solamente lleva azúcar y que la clave es poca masa y mucho relleno.
Te invito a probar este manjar y a descubrir vos también porque Gino es “el capo de la torta de ricota”.
Data importante
Pizzeria Gino
Av. Juan B. Justo 5183
011 4585-4865
Abierta todos los días