No es ninguna novedad para ustedes si les digo que la pizza es una de nuestras debilidades a la hora de elegir qué ir a comer cuando armamos una salida.
Si hacemos un poco de historia, se sabe que la pizza llegó a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX con la ola de inmigración italiana, que fue la mayoritaria del movimiento de etnias que llegaron provenientes de Europa. Su punto de aparición fue el barrio de La Boca, de mayoría italiana y particularmente genovesa.
En 1882 Nicola Vaccarezza construyó el primer horno pizzero, donde comenzó a cocinar fainá, una tortilla de garbanzo de origen genovés que más tarde sería el acompañamiento de la pizza de muzzarella y el moscato, también italiano, pero en este caso piamontés.
En 1893 otro genovés, Agustín Banchero, abre una panadería a la que llama con el nombre “Riachuelo”, donde su hijo Juan inventó la fugazza con queso y la fugazzeta, una combinación original de pizza y focaccia (fugazza en genovés), hecha de pan y cebolla. Más tarde, en 1932, abrió la pizzería Banchero también en La Boca (Brown y Suárez), que lo llevaría a ser nombrado como “El Rey de la Fugazza con Queso”.
Cerca de allí, en el circuito gastronómico de Avenida Caseros en San Telmo, encontramos The Pizza OTL, lugar al que había querido ir en otra oportunidad y no había tenido suerte por estar repleto de gente ávida de consumir esa pizza.
El OTL viene de una sigla compuesta de palabras en inglés “Only true love” o “El único amor verdadero”, que refiere a la pizza, ¡por supuesto!

Precavido, esta vez decidí reservar y, al llegar, pude elegir comer en la barra, cosa que me encanta.

Les cuento que The Pizza es la primera pizzería en Buenos Aires con fermentación natural de masa madre, un blend de buenas harinas y agua que fermenta de forma espontánea. Todo esto, más los mejores ingredientes por encima, la hacen una pizza única según sus autores.
La carta tiene una gran variedad de pizzas, pero esta vez arrancamos con un appetizer: Polenta di Ferro, unos exquisitos triángulos de polenta dura asada al hierro con kale salteado con ajo, queso brie y mortadela con pistacho, un plato que se enmarca en la categoría del manjar. Lo acompañe con una cerveza tirada ¡helada!

Seguimos con una pizza (son casi individuales), la Greek eggplants, con tomates, mozzarella, berenjenas ahumadas, cebollas caramelizadas, olivas griegas y pepperoncinis secos. Más allá del gusto y de la increíble combinación de estos ingredientes, lo que es alucinante es lo liviano de la masa que hace de esta pizza algo único.

Esa masa soft hizo que no tuviéramos problemas de ir por una segunda vuelta y, esta vez, seleccionamos un clásico como es la Margherita, por supuesto con mozzarella, albahaca fresca, pimienta y oliva. ¿Qué más se puede pedir?
Como acompañante, elegimos un vino del que ya hice mi reseña: Martín Bruno Malbec Caladoc.
El postre también nos dejó sin palabras. Entre varios muy particulares, seleccionamos el flan de queso mascarpone y piel de limón que se acompaña con un frosting de nutella y garrapiñada de avellanas. Pasaporte al paraíso.
A esta altura de la velada, solamente quedó lugar para las fotos, los saludos con todo el personal del lugar -que atiende de primera- y la reflexión de que valió la pena la espera porque no fue tener la oportunidad de comer una pizza más, sin dudas fue “La pizza”.