CAPÍTULO VII

CAPÍTULO VII

CAPÍTULO VII:

Dio dos o tres pasos hacia atrás, horrorizado y, para su suerte, cuando se dejó caer, fue a dar justo con la única silla que le quedaba.

La impresión que le causó la sangre y todo ese espectáculo dantesco en su hogar no le dejaba pensar con claridad. Debía incorporarse y tratar de revisar todos los espacios de la casa para ver con qué más se encontraba.

No iba a requerir mucho trabajo, a decir verdad, ya que el monoambiente era realmente minúsculo. La puerta de entrada al departamento y, a la derecha, una mesada que hacía las veces de cocina con algunas alacenas que albergaban las pocas cosas que Nora, su ex, no se había llevado aquella vez que regresó un día que él estaba en el trabajo y lo desvalijó…

“Ahora no es momento de pensar en esto”, se dijo para sí, porque tenía problemas mayores delante. ¿La sangre era suya?

El recorrido por el departamentito no dejó lugar a dudas: estaba solo. Volvió entonces a la cocina, puso la pava con agua al fuego, buscó en el estante la caja con los saquitos de té y metió su mano en el bolsillo del tapado que llevaba puesto para sacar el paquete de cigarrillos. Advirtió que era el último y que debía salir a comprar otro si quería continuar con su vida. 

Mientras, entre sorbo y pitada, y cada vez con más insistencia, su vista se posaba sobre la ventana que daba al balcón.

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