El Baile del Viento

Samarante era un lugar de pocas novedades a decir verdad. Un lugar donde la vida discurría sin mayores sobresaltos.

Algunos hasta podrían tildarlo de un pueblo aburrido.  Y no sin razón.

Una plaza, varios tendederos en derredor, la iglesia, la escuela, la intendencia y el juzgado de paz. El resto campo, verde, infinito….

Sin embargo, en el corazón del pueblo vivía un joven llamado Olivier, un soñador inquieto que siempre se preguntaba por el origen del universo y el verdadero significado de la vida.

Un día como tantos otros, mientras Olivier caminaba por el campo imbuido en sus pensamientos, notó algo inusual en el horizonte. Un remolino de viento se formó repentinamente y comenzó a crecer cada vez más. Fascinado por el fenómeno que presenciaba, decidió seguirlo. Se adentró en un bosque frondoso, trás el rastro del viento.

No sabía hacia dónde iba, o qué le depararían los siguientes metros, sin embargo y al mismo tiempo, un deseo irrefrenable, algo casi magnético,  lo llevaba a continuar andando.

El viento continuó su marcha hasta una cueva oculta en lo más profundo del bosque. 

Un barranco lo conectaba con el acceso a la cueva que tenía una abertura bastante pequeña.

Mientras disponía su cuerpo en el suelo para arrastrarse y entrar en la exigua abertura, no podía dejar de pensar si lo que estaba haciendo era lo correcto.

Lo primero que ocurrió al entrar fue que un frío gélido le atravesó el cuerpo y sintió que su piel se erizaba por completo.

Pasado el primer impacto,  descubrió un antiguo libro con las tapas desgastadas en el suelo. Se acercó y pudo observar que estaba abierto en una página determinada. Comenzó a leer y advirtió que hablaba sobre la teoría del caos y cómo pequeñas variaciones en las condiciones iniciales podrían tener un impacto significativo en los resultados finales.

Olivier quedó cautivado por esta idea, revirtió en exacta forma el camino de salida, pero esta vez acompañado por el libraco.

Volvió a su casa sin detenerse en ningún lugar y decidió estudiar más sobre la teoría del caos. Pasó días y noches leyendo y experimentando, tratando de entender cómo pequeños cambios podrían desencadenar grandes consecuencias. Mientras tanto, el remolino de viento seguía creciendo en el pueblo, volviéndose cada vez más poderoso y destructivo.

El pueblo de Samarante vivía en armonía hasta que el remolino de viento amenazante se formó en el horizonte. Olivier, el soñador inquieto, se embarcó en la búsqueda de respuestas. Profundizó en la teoría del caos y descubrió que cualquier pequeño cambio en el entorno podría generar grandes consecuencias.

Decidió enfrentar el remolino de viento utilizando sus conocimientos recién adquiridos. Buscó en oscuros rituales olvidados y encontró un antiguo libro de hechizos. Siguiendo las intrincadas instrucciones, Olivier realizó un conjuro de control elemental.

En el punto culminante del conjuro, convocó las energías primordiales del viento y las encauzó hacia una imponente vara de metal. Con ella en mano, se dirigió al pueblo, enfrentando al remolino descontrolado. El viento aullaba furioso mientras la vara de metal parecía resonar en armonía con su caótico rugido.

Pero la arrogancia de Olivier y su creencia en poder controlar lo incontrolable se volvieron en su contra. En lugar de dominar el remolino, sus acciones desataron un torbellino aún más poderoso y destructivo. La fuerza desenfrenada del viento arrasó con el pueblo de Samarante, dejando a su paso una estela de destrucción.

Olivier, asombrado y arrepentido, se dio cuenta de la gravedad de su error. Había subestimado el poder de la naturaleza y la imprevisibilidad del caos. Con el peso de la culpa sobre sus hombros, buscó desesperadamente una manera de reparar el daño causado.

El remolino de viento, ahora incontrolable, se convirtió en un símbolo del caos que había desatado. El pueblo de Samarante quedó en ruinas, y sus habitantes se dispersaron en busca de nuevos lugares para comenzar de nuevo. Olivier, solo y atormentado por sus acciones, se convirtió en un paria en su propia historia.

Un día, Olivier tuvo una revelación. Decidió aplicar la teoría del caos en el remolino de viento para tratar de controlarlo, pero fue inutil Esa fue una advertencia de los peligros de jugar con fuerzas que no comprendemos por completo.

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