La madre de todas las batallas

Suelo visitar librerías sin una idea terminada de que voy a buscar.  Solo una pocas veces llego hasta allí con algún título puntual o un autor predefinido.

Por lo general, me gusta dar casualmente con algo nuevo que experimentar.  Esta técnica la recomiendo toda vez que puedo.

En una de esas ocasiones en que sabía que quería leer, pero no tenía en claro qué, me encontré con un libro en una mesa de novedades.

Tamaño a simple vista: grande, lo que duplicaba la apuesta.  Me llamó la atención el título, “Tierra Madre”, y la portada, con una casa hundiéndose cual barco en el medio de un lago.

Pero lo mejor llego al dar vuelta el ejemplar y leer la contratapa:

“Uno viene de una familia como de una tierra lejana. La nuestra era un caso aparte, con sus propias costumbres y crueldades.» Para los habitantes de Cape Cod, madre es un ejemplo de piedad, austeridad y trabajo duro. Para su marido y sus siete hijos, es egoísta, a veces mezquina, siempre tirana y disfruta enfrentándolos entre sí. Angela, su favorita que murió en el parto, es la única capaz de entenderla, según dice a los demás. Entre estos se incluyen Fred, un abogado de oficio; Floyd, un divertido profesor; un par de inseparables hermanas cuya devoción por la figura materna ha consumido sus vidas, y JP, el narrador, un escritor de éxito cuyo trabajo menosprecia. Tierra Madre es un punzante retrato del impacto que el narcisismo materno puede tener en una familia, un cautivador, doloroso y a menudo divertido relato sobre una gran familia que discute, conspira, se confabula y finalmente vence los dolorosos lazos que la unen”.

Ahí mismo, parado delante de la mesa, sentí una comunión con ese  libro que hizo que no dudara un instante más y fui directo a la caja para llevármelo.

A esta altura, debiera decir que mi relación con mi madre, en sus últimos años, no fue del todo feliz.

Supongo que más de uno pensará “¿Y quién?”, pero no más fue leer ese pequeño párrafo para sentirme totalmente identificado con el autor.

Lo que quiero decir es que mi madre, como la de Paul Theroux (tal el nombre del escritor del que después indague y pudo atreverse a editar este libro con su madre ya fallecida con más de cien años), era una persona distinta para cada uno de los que la rodeaba, seguramente cosa que nos pasó con todos los seres que conocemos.

En este libro, el autor desanda prácticamente toda su vida y la relación de su gran familia (en número), girando en torno siempre de la madre omnipresente.

Una gran cantidad de situaciones se suscitan una tras otra y todas encuentran un punto en común: siempre la mirada está puesta en la progenitora, cómo todos la ven a ella y cómo ella los ve a todos.

Este relato que -si bien está ficcionado- es parte de la vida del escritor, tiene momentos de humor negro, mucha acidez, gran ironía y una mezcla de tristeza y vacío, todo en justas proporciones.

Como toda novela, resultó ser un gran viaje y, más allá de que por ahí no sientan, en primera instancia, una identificación con lo que relato, les pido que le den una chance a Tierra Madre porque, como alguna vez dijo Jacques Lacan, “la verdad tiene estructura de ficción”.

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