Nueva Sección: El porque de Crónicas Urbanas

Durante cinco años, casi seis, estudié teatro con el incomparable genio de Julio Chávez

Ese contacto con el teatro me sirvió entre otras cosas para formarme como persona, pulir mis gustos que hasta ese momento eran bastante básicos y empezar a ver las cosas desde otra perspectiva.

Además me permitió conocer gente (la madre de mi hija por ejemplo) que me terminaron de moldear, mal o bien, a lo que soy hoy día.

Si bien solo fui un alumno disciplinado, como en todas las actividades que emprendo, pocas luces pero mucho tesón, lo que me regaló Julio y su taller para toda la vida fue la posibilidad de una mejor mirada.

Además de las clases, las improvisaciones y los ensayos, él nos hacía leer y analizar obras de teatro, y eso junto con mi afición por la lectura, marcaron probablemente ahora que lo pienso, hasta el sentido de este blog.

Una vez en una de sus clases, que recuerdo con la melancolía buena de las cosas que se fueron pero dejaron huella, nos enseñó que el mejor ejercicio de observación para nutrirse como actor era sentarse a la mesa de un bar, pedir un café y observar las mesas a tu alrededor.

¿Cómo es eso?, ¿Escuchar conversaciones?, ¿Inmiscuirse en la vida ajena? Nooo, para nada.  Al contrario. Se trataba de escudriñar por un momento la escena e intentar imaginar quiénes serían esas personas.

Si eran más de uno, qué relación los unía.  Sobre qué temas estaban hablando y cuál era el nivel de importancia de los mismos, en fin, pasado, presente y porque no futuro de esos seres hasta ese momento desconocidos y partir de allí familiares, pero de una familiaridad que solo rondaba nuestras propias cabezas.

Lo recomendaba como el método para encontrar nuevas expresiones, “ingredientes para nuestra cocina” como le encantaba decir al gran maestro.

Aprendí mucho con Julio y a pesar de que como les dije nunca tuve la sensación de que iba a poder actuar en serio, me sirvió mucho para mi vida el haber pasado por su escuela.

Pero W, ¿a dónde vamos a parar con todo esto? Ya llego…

A partir de esa mirada, que seguí practicando desde ese momento en que Chávez nos compartió ese tesoro y hasta el día de hoy, al punto de que he tenido peleas con acompañantes ocasionales que me reprochaban el hecho de que no les prestaba la suficiente atención en la charla (tengo la particularidad de poder seguir haciendo como que escucho y me interesa lo que me dicen, aunque no resistiría una sola repregunta) es que me surgió la idea de esta nueva sección para el blog: Crónicas Urbanas.

La idea queridos lectores y lectoras es la de contarles historias cortas en base a mi observación cotidiana, no solamente en los bares, sino también en los negocios, las plazas y parques, las calles y demás lugares por los que transito.

Obviamente van a hacer historias con poco de real y mucho de imaginado y será mi desafío que esa división sea lo más difusa posible. Muchas veces me pregunté que pasaría si pudiese contarle a la persona mis ideas y que tan cerca estuvieron de la verdad. Pero eso sin dudas le quitaría la magia…

Dos ancianos en una mesa del bar, hermanos de la misma madre pero distinto padre que han quedado huérfanos de toda orfandad y que se acompañan en la vida en la que solo se tienen el uno al otro.

Aquel chico de diecisiete años que vende medias que sistemáticamente tanto comprador como vendedor saben que no van a tener el mejor destino y aún así siguen adelante con la transacción comercial.

La viuda que pide todas las tardes ese té con pepas, que tomaba con su marido, el vendedor de zapatos para hombres en la calle Florida y que hoy recrea sola en homenaje a su compañero de casi toda la vida.

En fin, historias, verdades y mentiras, imaginación y divague.  Crónicas Urbanas.

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