“Un estallido de luz que se forma entre mis cejas. <<Yo me voy con mi recuerdo>>, repito en voz alta, pero ya no tengo boca ni casa. <<Yo soy mi memoria>>, digo de nuevo, pero mi voz no existe más. Este fuego se lleva la palabra, destruye el lenguaje, deshace las conversaciones, los diálogos, el odio y también el amor. Este incendio demuele lo hermoso, arrasa con la tristeza, desintegra toda desolación, toda angustia, toda pena.
Al final, este fuego es la derrota de la memoria”.
¿Hasta qué punto la memoria es una amiga fiel o una enemiga traicionera?
¿Cuánto de lo que recordamos arbitra nuestras vidas y las marca para bien o para mal? ¿Pueden nuestros recuerdos construir una realidad paralela?.
Todas estás preguntas me hice y me sigo haciendo tras leer el último trabajo de la genial autora colombiana, María del Mar Ramón, “La memoria es un animal esquivo”
La novela narra la historia de Juan Francisco, un artista colombiano que vive en Madrid bajo el nombre artístico de Zadik. Tras la muerte de su hermano menor Pablo, debe regresar a la casa familiar en Cúcuta, donde se enfrentará a los recuerdos que marcaron su infancia y su identidad.
Juanfra, como le dicen sus hermanos, fue un distinto desde muy jóven, en una familia de iguales. Una persona con una sensibilidad superior a los que lo rodeaban, a excepción claro está de su madre, que murió siendo él muy pequeño y remarcó su soledad a fuego.
La novela va y vuelve en las líneas de tiempo que son parte de la vida de Zadik, entre el presente —su regreso al hogar tras la muerte de su hermano— y su memoria fragmentada entre la infancia, la adolescencia, y juventud, un padre emocionalmente ausente y una adultez marcada por el exilio. Todo bajo un factor común: Una profunda y dolorosa soledad.
El arte aparece como espacio de expresión y como refugio. La escena en la que Juan Francisco llora frente a Saturno devorando a su hijo, de Goya, es clave: Allí el protagonista no solo se reconoce artista, sino que la obra le da las coordenadas de su vida como hijo, como hermano, como parte de un mundo plagado de miserias.
En esta novela, María del Mar Ramón se aventura —por primera vez— a narrar desde la voz de un hombre, y no cualquier hombre: un artista septuagenario, quebrado por el duelo y el paso del tiempo. Esa decisión no es menor ni gratuita.
Desde esa perspectiva —inhabitual en su obra—, la autora despliega una prosa íntima y evocadora que entiende a la memoria no como archivo fiel, sino como “arenas movedizas” de la mente, donde se confunden el deseo, los silencios y las versiones disonantes del pasado. Lejos de buscar certezas, la novela socava toda idea de identidad fija o relato definitivo: lo familiar, lo masculino, lo propio, todo se vuelve interrogante.
El tono es poético pero nunca edulcorado. La autora evita los caminos fáciles del consuelo: no hay redención, no hay aprendizaje, no hay “superación” en el sentido neoliberal de la palabra. Lo que hay es una escritura que acompaña a su protagonista en intento de revivir.
Y todo esto sin dejar de mencionar que la autora, oriunda de Bogotá, tiene apenas treinta y tres años, lo cual hace aún más imponente la construcción de este universo.
La memoria es un animal esquivo es una novela íntima, contenida, incómoda por momentos, pero profundamente necesaria. Nos habla de los vínculos que nos constituyen, de las pérdidas que nos definen, de las versiones que podemos tener de nuestro pasado.
Simplemente una celebración para la literatura latinoamericana.
Ficha Técnica
Título: La memoria es un animal esquivo
Autor: María del Mar Ramón Vélez
Páginas: 293
Editorial: Concreto
Colección: Narrativa
Año: 2025