Basado en un hecho ¿real?
Última hora del día.
Si bien no tuve una gran cantidad de clases, producto del feriado del “día del ganso”, solo por el hecho de ser lunes todo costó el doble.
No quiero justificar nada de lo sucedido, simplemente es bueno aclarar que quizás mis condiciones físicas no eran las mejores.
Qué digo físicas, ahora que lo pienso y mientras me paso el agua oxigenada por el arco de mi ceja izquierda, más bien se trató de un agotamiento mental.
Los alumnos siempre suponen una carga de tensión extra al propio trajín del ir y venir desde mi casa hasta los diferentes lugares donde presto mi servicio.
Esa tarde noche, bah en realidad todas las tarde noches desde que soy profesor, circulaba por la Avenida de los Alerces en dirección al puente de los suspiros.
Mientras sonaba en la radio un tema de Francisco Navarro y yo pensaba que iba a comer cuando aterrizara en casa, llegué a la intersección con la Avenida Santa Rita, paso previo al desvío para subir al puente. Y me detuvo el semáforo.
Ahí esperando la ví. Y debo decir que ya desde la primera impresión me dió un presentimiento raro.
Lo primero que observé fue que se trataba de una anciana. Delgada, muy delgada, sorprendentemente delgada. Además tenía una joroba en mitad de la espalda, que sumada al catsuit fuxia le otorgaban un aire felino, que me erizó la piel.
Llevaba un corte rapé y estaba descalza, o eso parecía, ya que era la hora del crepúsculo.
Me froté los ojos antes de volver a ver hacia su lado y confirmar lo que a primer golpe de vista pareció un reflejo. Efectivamente seguía allí parada y observando de forma desafiante.
Con esa misma mirada comenzó a caminar para atravesar toda la avenida de punta a punta con un trote ágil. Al bajar el cordón de la vereda, hizo seis o siete pasos y se topó con la trompa del primer vehículo.
Allì mismo lo inesperado: dió dos golpes de puño al capot del primer automóvil que esperaba el corte del semáforo, luego figura de quinta posición de ballet clásico y en puntas de pie se dirigió al segundo capot, repitiendo la acción. Y al tercero, cuarto, quinto, etc.
Al llegar a la esquina opuesta, dió un giro completo y volvió a repetir toda la acción en sentido contrario. Lo más curioso es no haber escuchado un solo bocinazo, un solo grito de exasperación, ni un solo reclamo ante tamaño espectáculo.
La acción se repitió una y otra y otra vez. Todo parecía congelado, salvo la anciana, como un glitch, como un inesperado error del sistema…
Sentí que no podía dejar de verla ni por un instante y esa sensación hizo que no advirtiera que ya me había adentrado en la calle lateral que conectaba con el puente que estaba “momentáneamente cerrado por reparaciones”.
Me frenó el golpe contra unas vallas que estaban dispuestas para desviar el tránsito, ese mismo golpe que estalló el parabrisas y generó las heridas que ahora trato de calmar con agua oxigenada.
A pesar del choque y los destrozos, lo primero que hice al bajar del auto fue mirar hacia atrás, hacia la Avenida de los Alerces, para comprobar que la vieja ya no estaba allí y que el tránsito se movía fluidamente.
Hasta que llegó a mis oídos una voz lejana, de una persona que estaba a mi lado.
¿Se encuentra bien?
Un glitch :(Del Yiddish”גליטש”), en el ámbito de la informática o los videojuegos es un error que, al no afectar negativamente al rendimiento, jugabilidad o estabilidad del programa o juego en cuestión, no puede considerarse un fallo, sino más bien una característica no prevista.